El punto de partida no puede ser más excéntrico, con dinosaurios y cavernícolas conviviendo en un pleistoceno de tonos pastel y descubriendo el arte del fútbol. Y así continúa todo el tiempo, sin ninguna vocación de realismo ni verosimilitud, con un humor de trazo grueso, alocado y lleno de ocurrencias, citando a mansalva películas clásicas y referencias actuales (ese jugador cavernícola apuesto y llorón, por ejemplo, nos sonará de sobra). La animación, realizada en stop motion clásico, tiene un tono ingenuo y fresco y una estética que casa perfectamente con un guion que será del gusto de los más pequeños. En resumen, un cuento alegre y desenfadado para el disfrute de toda la familia.
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