Su planteamiento, que transcurre en las últimas semanas de la Segunda Guerra Mundial, es magnífico. Parece que el largometraje comience débilmente pero poco a poco va cautivando al espectador y no lo suelta. Su transfundo humano y cruel a la vez están trabajados muy sutilmente. Además, todo montado en blanco y negro para enfatizar la dureza con la que se narran las vivencias de un campo de concentración nazi. Lo dicho, una película muy bella y recomendable, de las mejores de la Sección Oficial del festival de San Sebastián 2017.
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